lunes, 6 de abril de 2009

Abducción


El hombre pasa de un estado mental de duda a otro de certeza utilizando reglas que obligan a toda la mente.

Noam Chomsky (1928- ) asigna a la mente la propiedad de operar con el mundo más allá de la lógica.
Para el padre del pragmatismo americano y fundador de la semiótica moderna, Charles Sanders Peirce (1839-1914), el hombre interpreta un signo, un problema, un suceso, mediante inducción, deducción o abducción. Los dos primeros procesos siguen caminos conocidos; la abducción, en un sentido amplio, es la capacidad ilimitada de la mente de generar hipótesis ante un problema, hipótesis sólo explicables o deducibles lógicamente a posteriori.

En un estado de relajación de la mente, de ensoñación, casi de duermevela, la mente humana se libera en gran medida de la razón con que interpreta el mundo.

El universal personaje de Conan Doyle (1859-1930), Sherlock Holmes, encontraba soluciones impensables a sus casos a través de las brumas de la morfina o transportado por los sonidos que arrancaba a su violín.

En una arruga del tiempo, en la Antigua Grecia, un hombre se relaja en una bañera; repentinamente sus ojos semicerrados se abren iluminados y exclama: Eureka!
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Imaginar es escoger : Jean Giono (1895.1970), Noé (1947)
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Image: Vik Muniz (1961- ): “Self-portrait, I’m Too Sad To Tell You, After Bas Jan Ander”, 2003, Cibachrome Print (182,9 x 233,7 cm)

martes, 10 de marzo de 2009

Capitalismo sostenible


La riqueza en la mano”, es el título de una serie de manuales que le brinda a usted la manera de iniciar la formación de un capitalista, sin apenas trabajo, sin abandonar sus ocupaciones y, sobre todo, ¡sin dinero!
Ofrece un manojo de ideas, consejos, procedimientos, observaciones prácticas, destinado al enriquecimiento de todas las clases sociales, para todas las edades, para todas las profesiones. De su prólogo, extraemos:

Una gallina y un gallo pueden producir en un año más de dos mil polluelos. Poniendo en un patio un lavadero con agua o una palangana grande con agua, una pareja de patos, en ese tiempo, más de tres mil descendientes.

La familia más pobre puede comprar un cántaro de leche y obtener tres o cuatro kilos de excelente mantequilla y mandar a un niño a la entrada del mercado [...]

Hasta los chinos nos van a prestar sus ideas y su sentido práctico para crear riqueza en nuestra casa: cogiendo un tonel y llenándolo de agua dulce, bastará para echar en ella un puñado de huevecillos de barbos, de tencas o de truchas para que, al cabo de unas semanas, podamos empezar a extraer de aquel maravilloso vivero muchos kilos de éstos, […]

En una simple bañera, un criadero de langostas y otros crustáceos sin más trabajo que renovar el agua de mar de vez en cuando y echar en ella unos puñados y restos de peces.

Una cabritilla, con solo tomarse la molestia de atarla a un árbol en el campo, nos dará cuatro o seis hijuelos al año, leche abundante…

The Good Life!

Imagen: ejemplar de la serie “La riqueza en la mano” dedicado a La Cabra, escrito por Fernando Alburquerque. Madrid: Editorial Hernando, 1960.

martes, 3 de marzo de 2009

Necedad


La mujer ha sido considerada por el hombre como un ser sustancialmente diferente a él, casi siempre inferior, moral e intelectualmente. No es difícil encontrar inscripciones misóginas en cualquier arruga del tiempo, antigua, joven o naciente. El poeta inglés Alexander Pope (1688-1744), aún más condescendiente con el otro sexo que la mayoría de sus contemporáneos y autor de una famosa sátira que celebra la estupidez, escribía: Most women have no character at all [La mayoría de las mujeres no tienen ningún carácter] (Moral Essays, II). Sin embargo, la mujer, es frecuentemente utilizada por el hombre como coartada de sus aflicciones y justificación de sus debilidades. Ejemplo de un inventario infinito, un hombre, ante una botella casi vacía de Jack Daniel's, maldice y culpa a una mujer de los tragos que se mete entre pecho y espalda; quizá tuvo algo que ver con que su primera relación con el mundo fue la bebida.
La bêtise n’est pas mon fort [La necedad no es mi fuerte]: Paul Valéry (1871-1945). La soirée avec Monsieur Teste.

Imagen: Holger Trülzsch. Ejecutivo con revista porno (cibachrome 120x120 cm)

jueves, 19 de febrero de 2009

Cosmos


Desde la noche de los tiempos, los hombres siempre han creído que los astros tenían alguna relación con la marcha de sus asuntos. Como ejemplo actual de esta preocupación, Richard Tarnas en su obra Cosmos and Psyche: intimations of a New World View (2007), tras estudiar durante años la relación entre la conducta de los astros y los sucesos de la historia, defiende, al igual que los antiguos, una íntima conexión entre lo microscópico y lo macroscópico animada por la marcha de los planetas.
No hace mucho, explorando en la memoria del tiempo, el filósofo griego Plotino (205-270), yendo mucho más allá de los espacios medidos, y quizá volviendo los ojos sobre sus órbitas, pues bajo la pintura con que se empeñaron en adornar sus efigies sus ojos aparecen blancos, absolutamente ausentes, como escrutando algo inmensamente profundo en su interior, aventuraba:
Y nosotros, ¿qué somos en el fondo? Quizá fuéramos antes ya de que existiera la creación, seres humanos de otro tipo, o cierta clase de dioses, una combinación pura de alma y espíritu unida a todo el universo, parte del mundo inteligible, no separados y distanciados, sino unos en el todo. (Enneadas, VI, 4, 14).

domingo, 15 de febrero de 2009

Primer informe incompleto



En la memoria del tiempo moran la luna y el sol, los rostros desconocidos, el grito de la escritura, el silencio de las almas; en su bruma, las gaviotas transparentes del olvido…

El explorador [observación etérea s4590A]

sábado, 14 de febrero de 2009

Transitando por las arrugas del tiempo


Para explorar las arrugas del tiempo, quizá necesitemos valernos de los sueños para no perdernos en ellas. Juan Eduardo Cirlot (1916-1973) lo sabía, se atrevió a transitar por ellas y aprendió que nunca es posible volver al mismo lugar. Sobre esta experiencia, escribió:
La atmósfera vibraba y se veía difícilmente a su través. En el horizonte había un sol pálido y tembloroso; al extremo opuesto surgía la luna. Entonces extendí ambos brazos para orientarme y poder ir hacia la ciudad, pero ésta ya no existía.